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''¿Qué quieren de nosotros las leyes de lo justo y de lo injusto?''
Pues solo libertad propongo yo

jueves, 10 de marzo de 2011

Baudelaire, El Monstruo


I

No eres ya, ciertamente, amada mía,
aquello que Veuillot llama un pimpollo.
El juego y el amor y los banquetes
te tienen siempre en ascuas, ¡trasto viejo!
Has perdido ya toda lozanía.

¡mi vieja niña! Pero, pese a ello,
tus locas e insensatas caravanas
te han otorgado ese abundante lustre
de las cosas que han sido muy usadas,
pero que, pese a ello, nos cautivan.

No se debe llamar monotonía
a tu rico verdor de cuarentona;
yo prefiero tus frutos, dulce Otoño,
a la frívola flor de Primavera.
No hay en ti nada de monotonía.

Gran atractivo tiene tu esqueleto
y numerosas gracias singulares;
en los huecos que forman tus hoyuelos
descubro especias raras y picantes;
gran atractivo tiene tu esqueleto.

Desprecia a esos ridículos amantes
de melones y calabacines,
yo, en cambio, tus clavículas prefiero
a las clavículas de Salomón
y me apena esa gente ridícula.

Tus cabellos, como un casco azulado,
oscurecen tu frente de guerrera,
que piensa poco y se enrojece pronto,
y te salen detrás, por el cogote,
como las crines de un casco azulado.

Tus ojos, que parecen ser de lodo
en el que algún farol centelleara,
el colorete de tu cara animan
y lanzan un relámpago infernal.
Tus ojos son tan negros como el lodo.

Por toda su lujuria y su desdén,
esos amargos labios nos provocan;
tus labios son iguales a un edén
que nos atrae y al tiempo nos rechaza.
¡Qué grande es su lujuria y su desdén!

Tu pierna, que es muy seca y musculosa,
puede escalar la cima de un volcán
y pese a la miseria y a la nieve,
bailar cancanes de los más fogosos.
Tu pierna que es muy seca y musculosa.

Tu ardiente piel, sin suavidad alguna,
es áspera como una vieja roca,
y ya no sabe nada de sudores,
como el llanto tus ojos desconocen,
(y, sin embargo, tiene su dulzura).

II

¡Vete, necia, al Diablo muy derecha!,
que yo gustoso te acompañaría
si esa velocidad tan espantosa
un cierto miedo no me produjera.
Por lo cual, ¡al Diablo vete sola!

Mis riñones, mi pulmón y mis corvas
me impiden ya rendir un homenaje
a ese Señor, como debido fuera.
<<¡Es una pena, ay, sin duda alguna!>>,
dicen juntos mis corvas y riñones.

¡Sinceramente, ay, estoy sufriendo!
por no poder unirme al aquelarre
para verle lanzar pedos de azufre
y a ti aprestarte por besarle el culo.
¡Sinceramente, ay, estoy sufriendo!

Una pena endiablada me ha afligido
por no ser tu verdugo en el infierno
y por pedirte que me libres de ello,
juzga, querida, ¡antorcha del averno!,
hasta qué punto he de estar afligido.

Hace ya mucho tiempo que te quiero,
¡y es cosa lógica! Efectivamente,
quien pretende del Mal buscar la crema
no habrá de amar sino a un perfecto monstruo
¡Por eso, viejo monstruo, yo te quiero!

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